QUIERO SER COMO ELLOS

Hola, hoy escribo yo. Soy Martina. La señorita Martina. Y a partir de ahora quiero que sea siempre así, ya que he decidido firmemente que quiero ser como ellos, o, por lo menos comer como ellos.
Este arrollador deseo mío, nace cuando allá por Marzo, Iru empezó a sufrir mal de amores y dejó de comer. Si Juana hubiera sabido de las consecuencias posteriores de su acción, seguro que se le hubieran quitado las ganas de hacer lo que hizo. Me explico:
Cuando el "enamorao" dejó de comer y se quedó igual que la raspa de una sardina, la única obsesión de Juana era que comiera. Lo que fuera y como fuera, pero que comiera. Empezó entonces a mezclar el pienso con cosas exquisitas, y de vez en cuando nos cocinaba en exclusiva para nosotros pa' que el Iru comiera. Pero claro, las viandas también eran para mí; y yo como señorita que soy, me acostumbré volando a las delicatessen . El bonito, las sardinas y la caballa en aceite de oliva se convirtieron en mi perdición. Digo "mi perdición" porque el Don, en cuanto se le pasaron los males de amor, volvió a ser el mismo, y como es poco escogido, no le dio más volver al insípido y vulgar pienso. (¡Madre, yo que creía hace tiempo que el pienso era un manjar de los dioses!).
Entonces pasó lo que pasó. Ya no quiero pienso, y desde entonces me he aficionado a la haute cuisine, así que cuando todos los días por la mañana la señora de la casa se pone a cocinar, yo, me siento a su lado mirando para arriba (claro está), pa' ver si aprendo algo o en su defecto pa' ver si cae algo desde las alturas.
Me encanta el "día del caldo" porque ellos no comen la chicha rica; nos la zampamos nosotros. Después de quitarle toda suerte de pieles, huesos, gordos y demás, nos lo pica todo menudín y a nosotros se nos cae la babilla (literalmente) mientras vemos la preparación... El pollo, la gallina, la carne, el jamón, la zanahoria... mezclado con el pienso o con arroz, hace que mi perolo de comer luzca brillante y limpio durante todo el día, porque ya me encargo yo de pasar la lengua unas cuantas veces durante la jornada para que reluzca bien desde lejos.
Quiero yogures, queso, plátano, jamon de york, jamón del otro, pechuga de pavo, chorizo... lo que se tercie, que yo he decidido que es todo más rico que el pienso. A Iru parece no darle mucho más, pero yo soy fina, exquisita y elegante aunque luego en la calle me salga la vena "choni" que llevo dentro y me pongo de lo más vulgar. Total, que últimamente, cuando salimos hasta tarde, comemos al mismo tiempo que ellos cenan; así que, cuando me ponen la pitanza delante, yo, ni la toco; me siento y espero mirándolos a ellos. Porque mi más íntimo deseo, es que me inviten a sentarme en la mesa, con ellos. Que me hagan un hueco, que me pongan una silla pa estar a su altura y me coloquen delante de las narices un plato, un tenedor y un cuchillo; para aprender a ser una señorita completa. Lo del vaso... no me dá mucho más porque creo que sería harto complicado beber de un vaso. Me da la sensación de que se me caería el agua por los lados... porque claro, meter el morro dentro resulta bastante feo y grosero (por lo de salpicar a todos y tal...). Y así, soñando, mientras miro cómo ellos comen, espero pacientemente, sentada al lado de mi comida sin tocar. Cuando veo que terminan y que no hay ná de ná de lo que había soñao, me como lo mío sin decir ni mu, pero despacio, muy despacio, masticando cada bolina de pienso hasta triturarla completamente y de una en una (despacio, a mi, que hace tiempo me tenían que poner poner piedras grandes entre el pienso para que no tragara sin masticar y me ahogara). Pa' que se fastidien y esperen.
Así, con la barriguina bien llena, me voy a dormir, a soñar que mañana, tal vez, sólo coma de lo que ellos comen. ¿No dicen que somos uno más de la familia? Pues, entonces, reclamo igualdad...
Por lo menos a la hora de comer...


Martina. La señorita.




Martina... La señorita Martina.


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